Del 8 de marzo al 5 de junio de 2011.
Lugar
Fundación Caja Madrid.
Magas
Si en la primera parte de la exposición, en el Museo Thyssen-Bornemisza, domina el poder físico de las heroínas, la segunda parte, en las salas de la Fundación Caja Madrid, explora los poderes espirituales de magas, mártires y místicas, estigmatizadas con frecuencia como brujas, locas o histéricas. Muchas veces las magas en la pintura han sido reducidas al papel de la femme fatale, definida con relación al deseo masculino, ignorando lo que hay en ellas de figuras órficas, que humanizan y civilizan a bestias y hombres.

Óleo sobre lienzo, 176 x 174 cm

Óleo sobre lienzo, 120,7 x 78,7 cm
Mártires
Las santas mártires no son simplemente víctimas, sino heroínas triunfantes sobre sus perseguidores y verdugos, afirmativas in extremis. Dentro de esta sección está la figura de una mártir que no es cristiana, sino pagana, y fue canonizada tardíamente por el movimiento romántico: Safo de Lesbos. Safo recibió los homenajes poéticos de Leopardi y Baudelaire y dos prosistas influyentes, el crítico Sainte-Beuve y el helenista Émile Deschanel, vieron en ella la encarnación misma de un cierto ideal literario: el de la poesía como confesión, como la voz de la pasión, siempre verdadera y natural.

Úbicacion:

Óleo sobre lienzo, 118 x 95 cm
Colección del Musée Baron Gerard-Bayeux, inv. P0023
Místicas
La levitación de las místicas puede ser una imagen de la experiencia de la mujer en etapas de transición como la adolescencia. La más ilustre de estas levitantes, santa Teresa de Ávila, es el objeto del homenaje de Marina Abramovic en su serieLa cocina, un proyecto realizado en las cocinas de La Laboral de Gijón. Con la elección del escenario, Abramovic quiere evocar la cocina de su abuela, una persona muy religiosa que la llevaba a la iglesia cada día.
La levitación adquiere un matiz distinto en la serie de fotografías de Julia Fullerton-Batten titulada In Between cuyas protagonistas adolescentes parecen flotar en el aire. En ella, como en la serie anterior Teenage Stories, se explora la adolescencia femenina en cuanto período de transición en el que cuerpo se vuelve extraño y las emociones inestables, sin anclaje.
Ferdinand Hodler representó la levitación en una de sus composiciones más conocidas, El elegido. El niño místico (el pintor hizo posar como modelo a su propio hijo, Hector) aparece allí orando en el centro de la escena ante un raquítico árbol de la vida y en torno a él, seis ángelas cuyos pies se elevan sobre el suelo unos centímetros. Así son los estudios de figuras femeninas destinadas a sus composiciones: Mujer jubilosa, Canto desde la lejanía, Mirada al infinito. Las figuras femeninas de Hodler se mueven como sonámbulas. Entonan un himno a la vida con la gravedad de una liturgia. Parecen alcanzar el éxtasis, pero sin goce carnal. Levantan los brazos para abrazar la naturaleza entera o para volar hacia el cosmos.


Lectoras
Un sedimento de los poderes espirituales tradicionalmente atribuidos a las mujeres queda en la figura de la lectora. La lectura encierra ecos de esos poderes espirituales, mágicos o místicos atribuidos a la mujer en la iconografía tradicional, que genera una burbuja, donde la mujer puede vivir su vida a través de otras vidas. La lectora se construye eso que Virginia Woolf denominó “una habitación propia”. La lectura es una actividad interior, que escapa a la representación pictórica. En pintura alguna vez se nos permite leer un título; el texto más allá siempre será ilegible, inaccesible. Por eso la representación de la lectura implica una exteriorización, unateatralización. Ya que no podemos leer el texto, leemos el cuerpo de la lectora, que escenifica o somatiza su lectura.

Édouard Vuillard
Colección privada, París

Leyendo, 1994
San Francisco Museum of Modern Art, San Francisco
Pintoras
El último capítulo de la exposición está dedicado a las imágenes que las mujeres han creado ante el espejo: el desarrollo del autorretrato de las pintoras desde Sofonisba Anguisciola hasta Frida Kahlo. El autorretrato permitía a la mujer ser autora o creadora (un rol presuntamente masculino) sin dejar de ser modelo (el rol femenino convencional). Esta astuta combinación de actividad y pasividad, este convertirse en sujeto sin abandonar el papel de bello objeto fue la clave del éxito del autorretrato femenino en una sociedad patriarcal. Una sociedad que por otra parte personificaba a la Vanidad como una mujer que se mira al espejo. Con mucha frecuencia, la mujer se autorretrata como lo haría un colega masculino, con ropas de trabajo, paleta y pinceles en la mano y mirando al espectador. Este tipo de autorretrato, que alguien podría identificar como “masculino”, parece haber sido cultivado más asiduamente por las pintoras, acaso porque ellas necesitaban más vindicarse como profesionales.

The Royal Collection, Windsor, inv. RCIN 405551

Autorretrato con collar de espinas y colibrí, 1940
No hay comentarios:
Publicar un comentario